Adhesiones a: espaciopensamientocritico@gmail.com
Inmersos en una crisis económica y
financiera que el gobierno no consigue revertir, dos hechos contrastantes y
altamente significativos se presentan ante nosotros. Tanto por su carácter
radical como por la imprevisibilidad de los escenarios que abren, estos
procesos exigen una reflexión.
Por un lado, abruman los datos
reveladores del carácter extendido de la corrupción, su condición estructural,
su transversalidad histórica, su amplitud en términos de actores sociales
involucrados, su impacto en la alarmante estructura de desigualdades en el país.
Por otro lado, se destacan las inmensas
movilizaciones sociales producidas con motivo del tratamiento parlamentario del
tema de la legalización del aborto. Dichas oleadas de movilizaciones tienen la
particularidad de abrir a nuevos horizontes de prácticas democráticas,
desnaturalizando la idea de que el debate sobre ciertos temas parecería estar
clausurado, e instalan la posibilidad de pensar colectivamente desde nuevos
escenarios de igualdad.
Sin pretender
exhaustividad, nos interesa en este documento reflexionar sobre la
significación y alcance de estos dos hechos significativos para la historia de
nuestro país.
1-La corrupción como
alianza
La actual crisis económica y financiera, así como sus impactos
sociales, se instala sobre una sociedad profundamente dañada. El daño no se
mide solamente por la dificultad que muestra la sociedad argentina para romper con
los esquemas binarios que continúan empobreciendo la política y obstaculizan la
construcción de espacios políticos superadores. En gran medida, el daño se mide
hoy por el carácter estructural que ha asumido la corrupción.
La corrupción no es algo nuevo en la sociedad argentina, aunque sí
lo es su carácter creciente y expandido. La llamada “Patria contratista” ligada
a la obra pública, por ejemplo, hunde sus raíces en la época de la última
dictadura militar, e ilumina como pocas la
connivencia entre militares y empresarios en esos años nefastos. Ese
pacto se continuó en los años de la democracia, ya entre la “nueva” clase política y empresarios,
alimentada por las privatizaciones de empresas y servicios públicos, y se
amplificó mediante un estilo de hacer
política, basado en la estrecha asociación entre delito, conductas
políticas y negocios financieros y empresariales. Esta alianza encuentra una
expresión palmaria en el financiamiento oscuro de las prácticas de la clase
política y en el notorio enriquecimiento
económico de sus miembros y de la clase empresarial. Esta oscuridad está
saliendo hoy a la luz y aparece ilustrada por la Argentina de los bolsos de dinero y de los registros de operaciones
ilícitas, que eran de conocimiento de gran parte de la clase dirigente,
pero también incluye a la menos
iluminada Argentina offshore, de la evasión y del endeudamiento masivo.
El resultado de ello ha sido la consolidación de una casta
política y económica que sin duda atraviesa las diferentes administraciones y
cuyos negocios son indiferentes al color político bajo el cual se presentan. Su
contracara no es otra que la profundización de las desigualdades, que afecta a
gran parte de las clases medias y las clases populares. Ciertamente, la acumulación de la riqueza en un grupo
reducido de personas y de corporaciones nacionales y trasnacionales es un hecho
que no sólo está ligado a las políticas económicas y sociales aplicadas, sino
también a la corrupción, a la impunidad, a la falta de controles horizontales y
verticales, a la ausencia de independencia de las instituciones del Estado.
El carácter organizado, sistemático y
exponencial que adquirió la corrupción y el enriquecimiento personal durante la
pasada administración, implica un saqueo de los recursos del Estado y se ha
hecho visible de un modo tan abrumador, constituyéndose en un hecho
político-institucional de tal magnitud, frente al cual no cabe ninguna excusa.
No cabe la posibilidad de negar estos hechos a través de expresiones
descalificadoras (“los cuadernos son meras fotocopias”) o simplemente
minimizando su alcance como si todo esto fuera una “farsa”, pura persecución
política o una cortina de humo para negar el carácter crecientemente excluyente
de las políticas económicas del actual gobierno. No cabe tampoco disminuir los
hechos de corrupción diciendo que la Justicia argentina o algunos de sus jueces
no están preparados, forman parte de una trama de poder, o no están a la altura
de tales acontecimientos. Las evidencias son ya múltiples y variadas.
A esto hay que agregar que
la sucesión vertiginosa de hechos relevantes que golpea a la sociedad
argentina y el tratamiento de los mismos en los medios de comunicación
dificulta la instalación de procesos transparentes, al estilo “mani pulite”.
Existe la posibilidad
de que, pese a la espectacularidad de las denuncias y las confesiones de los
personajes involucrados, estos hechos de corrupción se diluyan de modo
frustrante en el corto plazo, como ya
sucedió en el pasado. De este modo, cabe la posibilidad de que esto no conlleve
el desmantelamiento de la trama histórico-estructural que lo sostiene, más allá de la visible cadena de responsabilidades
políticas. Tampoco la tendencia a la unilateralidad en la información es
garantía de imparcialidad. Dicho de otro modo, no es sólo el gobierno nacional
anterior el que está claramente comprometido con la trama de la corrupción,
aunque éste aparece como el que la ha perfeccionado como sistema a gran escala; también es necesario indagar sobre la
participación de los gobiernos provinciales, municipales, de la ciudad de
Buenos Aires, de los poderes legislativos y judiciales en todas las
jurisdicciones, para desentrañar esas tramas de corrupción que desconocen de
banderías políticas y atraviesan a la clase dirigente en el país.
En suma, el arraigo de una trama de corrupción de gran parte de la
clase dirigente argentina, que desborda las diferencias políticas entre los
partidos de gobierno, expresa el vínculo estructural entre corrupción y
desigualdad, e ilustra asimismo el enorme daño –político, moral, económico,
cultural- sobre el tejido social y la sociedad en su conjunto. Pensar la
sociedad y la política argentinas desde un horizonte de igualdad y de mayor
democracia exige desmantelar dicho vínculo, ir hasta el fondo de la corrupción
como matriz que define prácticas políticas, económicas y sociales en sus
diferentes ramificaciones.
2-La brecha democrática
Contrastando con lo anterior, la discusión por el derecho al aborto en la Argentina,
representa un episodio positivo y extraordinario en la historia del país, en
base al cual podemos, muy provisionalmente, derivar algunas primeras
reflexiones.
El fracaso de nuestras
instituciones representativas, y en particular el papel lamentable del Senado
en el procesamiento de la ley de aborto, no solo exponen la magnitud de nuestra
crisis política sino también reflejan la profundidad de la “brecha democrática”
que se advierte en nuestro país. En términos democráticos, son dos los
elementos que merecen destacarse. En primer lugar, llama la atención el
extendido sentido de protagonismo democrático que la ciudadanía reclama.
Asumimos, cada vez más, que todos los asuntos públicos relevantes y que afectan
nuestras vidas son asuntos sobre los que estamos llamados a intervenir y
decidir: desde la fijación de tarifas, hasta las problemáticas
socio-ambientales, la discusión sobre la enseñanza religiosa en las escuelas
públicas, o la más reciente ley del aborto. Asumimos, con razón y sin dudarlo,
que se trata de temas que nos competen, y sobre los que nos toca decidir. Al
mismo tiempo, esta firme y estable vocación por el “protagonismo democrático,”
de gran parte de la sociedad se traduce en el valor de las discusiones habidas
en el ámbito de la sociedad civil, pero también choca con el carácter extremo
de la “exclusión democrática” puesta en juego por las instituciones construidas
para procesar estos debates y demandas.
Los
debates que se dieron en la sociedad, en torno al aborto, tuvieron un carácter
excepcional. Prima facie, se pudo pensar que estábamos frente a un
tema “imposible” –divisivo como pocos, en el marco de una sociedad
políticamente polarizada, y en torno a cuestiones marcadas por la fe, las
convicciones, y los prejuicios. A pesar de encontrarnos en un escenario que
sólo prometía reafirmar la imposibilidad (o absurdidad) del debate democrático,
lo cierto es que el debate se dio, y adquirió ribetes excepcionales: todas las
personas que nos involucramos en el proceso aprendimos en el camino,
reconocimos que la cuestión –aparentemente extrema y de “todo o nada”- era
susceptible de matices y cambios, o precisamos nuestras posiciones iniciales.
En breve, un éxito mayúsculo de la deliberación democrática.
En
segundo lugar, más importante todavía es destacar que en este proceso se
evidenció la magnitud de la brecha existente entre la vocación democrática de
la ciudadanía y el carácter elitista y excluyente de nuestro sistema
representativo y de nuestros representantes. El hecho es que nuestras
instituciones, diseñadas por un pacto de elites en el siglo XIX, todavía
permanecen sólidamente inmodificadas en su núcleo esencial: se trata de un
marco institucional contra-mayoritario, elitista, y montado sobre supuestos de
“desconfianza democrática”. Allí anida la contradicción esencial: la radicalidad
de nuestras demandas de protagonismo democrático chocan hoy con el máximo
deterioro de las cualidades representativas de nuestras instituciones de
gobierno, y nuestro sistema de toma de decisiones (del cual la trama de
corrupción es parte ineludible). La votación en el Senado (y las intervenciones
de los senadores y las senadoras, incluso de muchos diputados y diputadas que
votaron en contra del proyecto de ley, la impermeabilidad de éstos a los
cambios y demandas sociales, en contraste con su permeabilidad a las presiones
de grupos de poder reaccionarios e intimidantes, como así también la vetustez cuando
no ignorancia que reflejaron sus posiciones) sólo evidenció de un modo
especialmente notable, hasta la caricatura, la dimensión de la “brecha.” Claramente,
para avanzar hacia un horizonte de mayor igualdad y participación democrática,
este “corset” que hoy imponen nuestras instituciones a la común vocación
democrática debe romperse aunque es incierto cuándo, cómo y con qué
consecuencia es que irá a producirse dicha inevitable ruptura.
Por otro
lado, conviene tomar nota sobre el significado e implicaciones posibles de las
movilizaciones producidas alrededor de la discusión sobre la legalización del
aborto. En esta gran movilización
convergieron dos olas: la primera, representada por aquellas mujeres y
colectivos feministas que desde décadas vienen luchando por la ampliación de
derechos; la segunda, ilustrada por la flamante vitalidad antipatriarcal de las
jóvenes, que a la lucha contra los femicidios y la violencia de género, sumaron
el pañuelo verde por la legalización del aborto y la autonomía de los cuerpos.
La primera ola, referida al movimiento social feminista, ha sido objeto de
recurrentes estudios y debates: sabemos algo acerca de sus orígenes, su fuerza
y su capacidad transformadora. Sobre la segunda, en cambio, es poco lo que
sabemos, y mucho lo que todavía debemos aprender.
En
buena medida, el colectivo integrado, en una parte relevante, por jóvenes en
sus primeros años de adolescencia, mostró una espontaneidad y vitalidad únicas,
y una presencia llamada a tener un protagonismo imprevisible en los tiempos por
venir. No es fácil anclar a este movimiento en tradiciones de lucha construidas
a lo largo de décadas. Emparentado con el “movimiento de los pingüinos” en
Chile (muchos de cuyos líderes han asumido ya un papel protagónico en el
Congreso chileno), o el más reciente movimiento de jóvenes contra la portación
de armas, en los Estados Unidos, ligado también a los feminismos populares que
se expanden en América Latina, el movimiento de los “pañuelos verdes” nos
interpela, interroga y exige nuestra atención. La historia argentina
contemporánea no reconoce otros fenómenos similares, salvo otro igualmente
notable y de consecuencias profundas: las movilizaciones por los derechos
humanos nacidas en las postrimerías de la dictadura.
***
La Argentina continúa siendo un país de
grandes contrastes. El escenario actual y el agravamiento de la crisis
económica y financiera van delineando un preocupante proyecto de sociedad que
conlleva no sólo una ampliación de las desigualdades sino un peligroso regreso
a la polarización social. Desde el punto de vista económico, tal como dijimos
en un documento anterior,[1] no estamos frente a un ensayo novedoso y
original: nuestra historia muestra recurrentes ciclos que van de la crisis de
políticas de “expansionismo proteccionista” a la crisis de políticas de
“aperturismo neoliberal”. En esa línea, el gobierno de Cambiemos resucita
visiones y políticas cuya inconsistencia y fracaso se ha probado de modo
acabado en el pasado, tanto aquí como en otras economías; políticas que llevan
a mayores desigualdades distributivas, inconsistencias y desbalances
macroeconómicos y que tarde o temprano terminan en crisis del sector externo,
monetarias y fiscales.
Hasta hace poco tiempo, algunos analistas y políticos todavía
apelaban a la tesis de la “herencia recibida” para justificar los frustrantes
resultados económicos y sociales del actual gobierno. Casi tres años después,
dichas coartadas están desgastadas. Basta señalar un ejemplo: el propio
gobierno en su acuerdo con el FMI indica como uno de los principales detonantes
y peligros de la actual crisis a los títulos de la deuda del Banco Central
(Lebac); pues bien, la acumulación de esa deuda es resultado de las erradas
políticas de este gobierno y no del anterior. La confusa y errática política
cambiaria, la incapacidad de encarar reformas tributarias progresivas, la
improvisación e irracionalidad de los recortes de gastos públicos, son sólo
algunas evidencias de que gran parte de los actuales problemas económicos y
sociales han sido generados por el propio gobierno de Cambiemos.
Más allá de la complicada herencia económica recibida, la política
económica y social de este gobierno está en el centro de la explicación de la
persistencia de alta inflación, los aumentos imparables de tarifas, la caída
del salario real, el aumento del desempleo, el desbalance creciente de las
cuentas externas, el exponencial aumento del endeudamiento, el
desfinanciamiento cada vez más preocupante de la educación pública, etc.
Asimismo, el incremento de los indicadores de pobreza, desempleo y precariedad
laboral, de las demandas de alimentos en los comedores y escuelas, dan cuenta
de la ampliación de las brechas de la desigualdad y advierten sobre las
tendencias hacia el aumento de las privaciones en los grupos sociales más
desfavorecidos.
En diciembre próximo se cumplirán 35
años de vida institucional ininterrumpida en el país, período que trajo grandes
transformaciones sociales, políticas y culturales. Al calor de los hechos
recientes y con la mirada puesta en siete lustros de régimen democrático,
necesitamos repensar los contrastes, entre la persistencia de la élite político-empresarial, cuya
corrosión es ostensible, y la esperanza que genera la sociedad civil,
organizada detrás de ideas-fuerza, con capacidad de canalizar demandas colectivas
a través de promisorios procesos de discusión democrática. La irrupción
de un nuevo movimiento social nos revela de modo notorio que la política es
algo más que las reglas fijas del sistema institucional o los pactos de
dominación existentes, pero también pone de manifiesto la fuerza y capacidad de dicha élite
política para obstaculizar y obturar esas demandas.
Espacio Autónomo de Pensamiento Crítico
Primeras firmas. Roberto
Gargarella, Rubén Lo Vuolo, Maristella Svampa, Beatriz Sarlo, Pablo Alabarces, Alicia
Lissidini, Enrique Viale, Gabriela Massuh, Horacio Tarcus, Patricia Pintos,
Silvina Ramírez, Julio Aguirre, Corina Rodríguez Enríquez,
Adhesiones: Carlos Gabetta (periodista, escritor), Ariel Hendler (periodista), Claudio Vallory (docente y periodista), Federico Lorenz (escritor, historiador), Larisa Moris (Abogada), Luis Escobar, Carlos Suarez (periodista), Pablo Manuel Torres (sociólogo, trabajador del Ministerio de Ciencia y Técnica), Marcela Lis Bosco (docente, investigadora), Emilio de Ipola (sociólogo, docente), Carlos Rusconi, Carlos Penelas, María Elena Ques, Leandro Berraz Oroño, Candela Gómez Días (periodista), Aleardo Laría (profesor, periodista)
Adhesiones: Carlos Gabetta (periodista, escritor), Ariel Hendler (periodista), Claudio Vallory (docente y periodista), Federico Lorenz (escritor, historiador), Larisa Moris (Abogada), Luis Escobar, Carlos Suarez (periodista), Pablo Manuel Torres (sociólogo, trabajador del Ministerio de Ciencia y Técnica), Marcela Lis Bosco (docente, investigadora), Emilio de Ipola (sociólogo, docente), Carlos Rusconi, Carlos Penelas, María Elena Ques, Leandro Berraz Oroño, Candela Gómez Días (periodista), Aleardo Laría (profesor, periodista)
http://espacioautonomodepensamientocritico.blogspot.com
[1]
http://espacioautonomodepensamientocritico.blogspot.com/2018/05/hacia-una-caracterizacion-del-gobierno_11.html
Muy buen texto
ResponderEliminarDe Quebrada y Puna- Norte argentino! ¡Tantos pueblos más, habrán presentado petitorios por una educación universitaria!, por el ministerio de educación de la provincia, defensor del pueblo, legislatura provincial, cámara de diputados de la nación, senado de la nación, gobernante federal, y a otros que se consideran responsables de la educación argentina. La réplica es el silencio, su humillación, o es la respuesta del sociólogo Zygmut Bauman de “seres humanos residuales”; vidas improductivas porque no participan del mercado, por eso sus voces son enmudecidas y aun que los vemos todos los días su visibilidad es anulada o reducido sistemáticamente. Por el colonialismo ambiental que ya no se limita al ejercicio del biopoder sobre el pueblo vulnerado, sino que incluye una estructura sociopolítica y jurídica que da viabilidad a la explotación, sin consulta previa, y al saqueo de sus recursos naturales: agua, suelo, bosques, turismo, minerales: oro, plata, plomo, litio… ¡Que, mediante la convivencia y el consenso, se hagan efectivos los derechos que le corresponden al ser humano por la mera razón de existir! ¡Una Universidad Nacional!
ResponderEliminarExpresar su adhesión, mes de agosto, a la Conmemoración Memoria de las Víctimas
Contaminadas con Plomo-Norte argentino
Holocausto: recordar es dignidad humana. Abra Pampa-Jujuy- Pueblo contaminado, pueblo olvidado
Este mes de agosto sea la Conmemoración Memoria de las Víctimas Contaminadas con Plomo, el mayor caso hasta ahora conocido de genocidio del norte argentino. No podemos olvidarlo, porque entonces estaremos abriendo la puerta de par en par a una nueva ola de la vileza, el odio, el racismo, la xenofobia y la maldad, que está ahí, agazapada, siempre dispuesta a amenazar a la dignidad humana.
Por eso es muy importante que desde las instituciones públicas se hagan esfuerzos para mantener vivo el recuerdo y se eduque a las nuevas generaciones sobre las monstruosidades que genera la complacencia a la contaminación con plomo.
Pachamama-La injusticia dondequiera es una amenaza a la justicia en todas partes.-
El Estado Argentino marca el Genocidio más grande de América del Sur por su
criminalidad mediante una planificación estratégica y táctica, racionalidad y distribución de roles a fin de explotar y saquear los recursos naturales en el Norte Argentino, alias “Siberia Argentina”, un producto bio-social. Mediante la contaminación atmosférica, contaminación del agua y contaminación del suelo. El daño que produce el plomo es mayor cuando su absorción es lenta, casi invisible, sin signos y síntomas evidentes en la primera etapa, pero con graves consecuencias posteriores. Al hombre lo han esclavizado al trabajo en las minas, a la mujer la han prostituido, afectan a la fertilidad, a los niños lo han idiotizado. Sus ganados camélidos son reducidos a tiros de bala o destrozados por perros adiestrados; así como el agua contaminada afecta a los cultivos. No tienen un hospital para tratar la contaminación con plomo, tampoco hospital de niños ni maternidad infantil. El analfabetismo sigue estando vinculado al hambre, la pobreza y la exclusión. No tienen educación infantil ni universidad nacional. Son analfabetos, que no tienen acceso a las fuentes del conocimiento y son incapaces de producir nuevos conocimientos; como resultado de un genocidio argentino que premeditadamente olvida los principios fundamentales de vida de la Constitución Nacional, y leyes: de educación, de protección integral de los derechos del niño, niña, adolescente y familia; y otras.
Soy una persona que ofrece préstamos con tasas de interés bajas para individuos, pequeñas empresas, inversiones personales, etc. Son préstamos locales e internacionales para personas de todo el mundo. Comuníquese conmigo hoy mismo y dígame cuáles son sus necesidades. Estoy listo para otorgarle este préstamo en un plazo máximo de 48 horas o 72 horas a partir de la recepción de la solicitud. Póngase en contacto conmigo para obtener información sobre los términos de mi préstamo. Correo electrónico: sophiacarlot2@gmail.com
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