martes, 14 de mayo de 2019
martes, 16 de abril de 2019
domingo, 27 de enero de 2019
Por una solución democrática, desde y para el pueblo venezolano
DECLARACION INTERNACIONAL
Detener la escalada del conflicto político en
Venezuela. Contra la intervención imperial
Venezuela vive
una crisis sin precedentes, que se ha venido agravando paulatinamente en los
últimos años, al punto de afectar dramáticamente todos los aspectos de la vida
de una nación. El colapso de los servicios públicos, el derrumbe de la
industria petrolera y la caída extraordinaria del PIB, la hiperinflación, el
aumento vertiginoso de la pobreza, la migración de millones de personas definen
esta crisis, entre otros factores. La conflictividad política ha escalado a
niveles muy peligrosos, socavando el estado de derecho, el marco de convivencia
social y la salud de las instituciones. La población del país se encuentra en
un estado de absoluta vulnerabilidad.
El Gobierno de
Nicolás Maduro ha avanzado hacia el autoritarismo, suprimiendo de facto
numerosas formas de participación popular que habían logrado establecerse desde
los inicios del proceso bolivariano. Ha aumentado la represión ante las
numerosas protestas y muestras de descontento social; ha secuestrado la vía
electoral como mecanismo de toma de decisiones colectivas; y ha gobernado al margen de la Constitución, aplicando un estado de
excepción permanente. Mientras tanto, se avanza en la profundización del
extractivismo y en la aplicación de políticas económicas de ajuste que
favorecen a corporaciones transnacionales, e impactan negativamente en la
sociedad y la naturaleza.
En paralelo, los
sectores extremistas del bloque de oposición que lograron encabezar distintas
movilizaciones han impulsado varios llamados a una salida forzada y radical del
Gobierno de Maduro (en 2014 y 2017), lo cual ha generado serias confrontaciones
violentas y ataques a infraestructuras. Esto ha contribuido al estrangulamiento
de la vida cotidiana de millones de personas, y a una severa afectación a los
marcos de convivencia pacífica.
Adicionalmente,
en el marco de un auge y alineamiento de las derechas en América Latina, se
intensificó la intervención foránea, principalmente del Gobierno de los Estados
Unidos, el cual desde 2015 ha asumido una posición mucho más agresiva con
Venezuela, a través de Órdenes Ejecutivas, declaraciones amenazantes, creación
de lobbies regionales e internacionales contra el Gobierno de Maduro y sanciones
económicas que impactaron en la economía nacional. Otros actores internacionales como China y Rusia
también inciden en el curso de los acontecimientos según sus propios intereses,
configurando una situación geopolítica sumamente tensa.
La
autoproclamación del presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, como
‘presidente interino’ de Venezuela para encabezar un gobierno de transición, el
23 de enero de 2019, ha desatado una nueva escalada de la crisis. Este intento
de crear un Estado paralelo en el país encontró un rápido reconocimiento del gobierno
de los Estados Unidos, así como de otros países aliados como Canadá, Argentina,
Brasil, Colombia, Chile, Perú, Ecuador, Paraguay, entre otros.
La creación de un Estado paralelo centrado en la
Asamblea Nacional y el Tribunal Supremo de Justicia en el exilio, apoyado por
EEUU y el llamado Grupo de Lima, abre el escenario para la profundización de la
crisis y el desencadenamiento de un conflicto interno armado, una guerra civil
con participación internacional. Un escenario devastador para la población y
para la República venezolana, la cual podría desmembrarse y ser objeto de
rapiña por diferentes intereses internacionales, como ha sucedido en otras
regiones del mundo como consecuencia de intervenciones imperialistas recientes.
La agresiva presión del Gobierno de los Estados
Unidos, así como las confrontaciones diplomáticas entre este y el Gobierno
venezolano, crean situaciones muy peligrosas.
La situación
generada ya no sólo representa una amenaza a la posibilidad de democracia, sino
a la vida de millones de venezolanos y a la estabilidad en la región. En una
confrontación armada, son los pueblos los principales afectados, y más en la
situación actual de Venezuela donde la población ya vive una enorme precariedad
y violencia en el marco de disputas territoriales.
En este sentido,
quienes firmamos,
·
Rechazamos el autoritarismo del Gobierno
de Maduro.
·
Rechazamos también la represión
gubernamental, ante el crecimiento de las protestas en todo el país, por
alimentación, transporte, salud, participación política, servicios públicos,
salarios dignos, entre otros. El pueblo venezolano, que sufre la enorme
precariedad y la represión actual, tiene derecho a protestar sin ser
criminalizado por ello.
·
Rechazamos la autoproclamación de Juan
Guaidó y la creación de un Estado paralelo en el país, que no traerá sino mayor
conflicto y no soluciona los principales
problemas que afronta el país.
·
Repudiamos cualquier atajo político
anti-democrático que no tribute a una solución pacífica y decidida por el
pueblo.
·
Rechazamos el intervencionismo
estadounidense, así como cualquier otra forma de injerencia extranjera.
Venezuela no debe convertirse en campo de batalla internacional. Es el pueblo
venezolano quien debe decidir su destino. Invitamos a los pueblos a apoyar y
acompañarlo en este sentido.
· Hacemos un urgente llamado a la convergencia de actores políticos y organizaciones sociales para unir fuerzas con el fin de detener la escalada del conflicto político en Venezuela.
· Instamos a promover escenarios de diálogo y buscar soluciones en las cuales el pueblo venezolano pueda decidir, democráticamente y desde abajo, su destino próximo; a reanudar con los procesos de democratización que había construido la revolución bolivariana en sus inicios.
· Hacemos un urgente llamado a la convergencia de actores políticos y organizaciones sociales para unir fuerzas con el fin de detener la escalada del conflicto político en Venezuela.
· Instamos a promover escenarios de diálogo y buscar soluciones en las cuales el pueblo venezolano pueda decidir, democráticamente y desde abajo, su destino próximo; a reanudar con los procesos de democratización que había construido la revolución bolivariana en sus inicios.
·
Pedimos que la solución parta y se apoye
en los principios de la Constitución de la República. Es fundamental reconstruir
los marcos sociales, políticos e institucionales para el entendimiento.
·
Apoyamos las propuestas, formuladas
desde Venezuela, de salidas negociadas ya sea por la vía de la mediación
ofrecida por los gobiernos de Uruguay y México, o por la realización de un referéndum consultivo vinculante para
que sea la población venezolana la que decida sobre la convocatoria a
elecciones generales.
·
Invitamos a los actores políticos
nacionales a promover canales para una salida de la crisis económica que está
asfixiando al pueblo venezolano. Dichos canales deben contribuir a paliar las
carencias básicas de la población y potenciar el resurgimiento de una economía
que posibilite el desenvolvimiento de la vida y el bienestar social.
La salida a la profunda crisis que vive la sociedad
venezolana debe ser pacífica, constitucional y restituir la soberanía al pueblo
venezolano.
Primeras Firmas
Edgardo Lander, Universidad Central de Venezuela (Venezuela)
Emiliano Terán Mantovani, Observatorio de Ecología Política (Venezuela)
Miriam Lang, Universidad Andina Simón Bolívar (Ecuador/Alemania)
Alberto Acosta,Economista, Economista (Ecuador)
Tatiana Roa Avendaño, Censat Agua Viva (Colombia) - Cedla UvA (Amsterdam).
Maristella Svampa, Universidad Nacional de La Plata (Argentina)
Joan Martínez Alier, Universidad Autónoma de Barcelona (España)
Carlos Walter Porto-Gonçalves, Universidade Federal Fluminense (Brasil)
Leonardo Bracamonte. Universidad Central de Venezuela (Venezuela)
Felipe Milanez, Universidade Federal da Bahia – UFBA (Brasil)
Ailynn Torres Santana, investigadora feminista (Cuba)
Leonardo Bracamonte- Universidad Central de Venezuela (Venezuela)
Pierre Beaudet, Universidad de Québec en Montréal (Canadá)
Leonardo Bracamonte- Universidad Central de Venezuela (Venezuela)
Pierre Beaudet, Universidad de Québec en Montréal (Canadá)
Enviar adhesiones
a: declarvenezuela@gmail.com
sábado, 17 de noviembre de 2018
SEGUNDO CONVERSATORIO, 28/11
Justicia y Constitución
en la Argentina actual
La propuesta es pensar críticamente el presente y futuro de la
justicia argentina, y la Corte Suprema en particular, reflexionando sobre cómo
debería leer la Constitución en un tiempo como el presente
El
conversatorio contará con dos intervenciones disparadoras:
- Lucas Grosman
(Dr
en Derecho por la Universidad de Yale
y actual Rector de la Universidad de San
Andrés)
- Roberto Gargarella
(Dr
en Derecho, Constitucionalista y sociólogo)
Invitamos el miércoles 28
de Noviembre – 19 h s
Teatro
General San Martín,
Corrientes 1530, 4to piso. CABA
Entrada
Libre.
jueves, 18 de octubre de 2018
Conversatorio: Las elecciones presidenciales en Brasil
El avance de la
ultraderecha. Política, religión y balances del progresismo
El triunfo electoral de Bolsonaro en Brasil, un candidato de la ultraderecha, de reconocidas credenciales antidemocráticas, ha generado una gran preocupación en toda la región latinoamericana.
El triunfo electoral de Bolsonaro en Brasil, un candidato de la ultraderecha, de reconocidas credenciales antidemocráticas, ha generado una gran preocupación en toda la región latinoamericana.
¿Cómo
se explica la victoria electoral de Bolsonaro en la primera vuelta y su casi
segura confirmación en ballotage? ¿Cómo ha influido en este resultado el
cuestionamiento de la sociedad civil al conjunto de la clase política, y muy
especialmente al PT, por su responsabilidad en delitos de corrupción? ¿Por qué el
Lava Jato, lejos de fortalecer el
sistema político democrático, lo ha debilitado? ¿Qué balance hacer del ciclo
progresista brasileño ante este resultado electoral? ¿Qué decir del rol
político de las iglesias evangélicas en Brasil? ¿Y sobre el avance del
evangelismo en América Latina? En fin, ¿Cuál es el impacto de la elección de
Bolsonaro en la región latinoamericana?
El conversatorio contará
con dos intervenciones disparadoras:
-Pablo Semán (antropólogo, sociólogo)
-Pablo Stefanoni (Periodista, analista
internacional)
Invitamos
a todas y todos el miércoles 24 de octubre.
Teatro General San Martín, Corrientes 1530, 4to piso. CABA.
Entrada
Libre. 19h
Espacio
Autónomo de Pensamiento Crítico
domingo, 2 de septiembre de 2018
La Argentina de los contrastes que merecen ser pensados
Adhesiones a: espaciopensamientocritico@gmail.com
Inmersos en una crisis económica y
financiera que el gobierno no consigue revertir, dos hechos contrastantes y
altamente significativos se presentan ante nosotros. Tanto por su carácter
radical como por la imprevisibilidad de los escenarios que abren, estos
procesos exigen una reflexión.
Por un lado, abruman los datos
reveladores del carácter extendido de la corrupción, su condición estructural,
su transversalidad histórica, su amplitud en términos de actores sociales
involucrados, su impacto en la alarmante estructura de desigualdades en el país.
Por otro lado, se destacan las inmensas
movilizaciones sociales producidas con motivo del tratamiento parlamentario del
tema de la legalización del aborto. Dichas oleadas de movilizaciones tienen la
particularidad de abrir a nuevos horizontes de prácticas democráticas,
desnaturalizando la idea de que el debate sobre ciertos temas parecería estar
clausurado, e instalan la posibilidad de pensar colectivamente desde nuevos
escenarios de igualdad.
Sin pretender
exhaustividad, nos interesa en este documento reflexionar sobre la
significación y alcance de estos dos hechos significativos para la historia de
nuestro país.
1-La corrupción como
alianza
La actual crisis económica y financiera, así como sus impactos
sociales, se instala sobre una sociedad profundamente dañada. El daño no se
mide solamente por la dificultad que muestra la sociedad argentina para romper con
los esquemas binarios que continúan empobreciendo la política y obstaculizan la
construcción de espacios políticos superadores. En gran medida, el daño se mide
hoy por el carácter estructural que ha asumido la corrupción.
La corrupción no es algo nuevo en la sociedad argentina, aunque sí
lo es su carácter creciente y expandido. La llamada “Patria contratista” ligada
a la obra pública, por ejemplo, hunde sus raíces en la época de la última
dictadura militar, e ilumina como pocas la
connivencia entre militares y empresarios en esos años nefastos. Ese
pacto se continuó en los años de la democracia, ya entre la “nueva” clase política y empresarios,
alimentada por las privatizaciones de empresas y servicios públicos, y se
amplificó mediante un estilo de hacer
política, basado en la estrecha asociación entre delito, conductas
políticas y negocios financieros y empresariales. Esta alianza encuentra una
expresión palmaria en el financiamiento oscuro de las prácticas de la clase
política y en el notorio enriquecimiento
económico de sus miembros y de la clase empresarial. Esta oscuridad está
saliendo hoy a la luz y aparece ilustrada por la Argentina de los bolsos de dinero y de los registros de operaciones
ilícitas, que eran de conocimiento de gran parte de la clase dirigente,
pero también incluye a la menos
iluminada Argentina offshore, de la evasión y del endeudamiento masivo.
El resultado de ello ha sido la consolidación de una casta
política y económica que sin duda atraviesa las diferentes administraciones y
cuyos negocios son indiferentes al color político bajo el cual se presentan. Su
contracara no es otra que la profundización de las desigualdades, que afecta a
gran parte de las clases medias y las clases populares. Ciertamente, la acumulación de la riqueza en un grupo
reducido de personas y de corporaciones nacionales y trasnacionales es un hecho
que no sólo está ligado a las políticas económicas y sociales aplicadas, sino
también a la corrupción, a la impunidad, a la falta de controles horizontales y
verticales, a la ausencia de independencia de las instituciones del Estado.
El carácter organizado, sistemático y
exponencial que adquirió la corrupción y el enriquecimiento personal durante la
pasada administración, implica un saqueo de los recursos del Estado y se ha
hecho visible de un modo tan abrumador, constituyéndose en un hecho
político-institucional de tal magnitud, frente al cual no cabe ninguna excusa.
No cabe la posibilidad de negar estos hechos a través de expresiones
descalificadoras (“los cuadernos son meras fotocopias”) o simplemente
minimizando su alcance como si todo esto fuera una “farsa”, pura persecución
política o una cortina de humo para negar el carácter crecientemente excluyente
de las políticas económicas del actual gobierno. No cabe tampoco disminuir los
hechos de corrupción diciendo que la Justicia argentina o algunos de sus jueces
no están preparados, forman parte de una trama de poder, o no están a la altura
de tales acontecimientos. Las evidencias son ya múltiples y variadas.
A esto hay que agregar que
la sucesión vertiginosa de hechos relevantes que golpea a la sociedad
argentina y el tratamiento de los mismos en los medios de comunicación
dificulta la instalación de procesos transparentes, al estilo “mani pulite”.
Existe la posibilidad
de que, pese a la espectacularidad de las denuncias y las confesiones de los
personajes involucrados, estos hechos de corrupción se diluyan de modo
frustrante en el corto plazo, como ya
sucedió en el pasado. De este modo, cabe la posibilidad de que esto no conlleve
el desmantelamiento de la trama histórico-estructural que lo sostiene, más allá de la visible cadena de responsabilidades
políticas. Tampoco la tendencia a la unilateralidad en la información es
garantía de imparcialidad. Dicho de otro modo, no es sólo el gobierno nacional
anterior el que está claramente comprometido con la trama de la corrupción,
aunque éste aparece como el que la ha perfeccionado como sistema a gran escala; también es necesario indagar sobre la
participación de los gobiernos provinciales, municipales, de la ciudad de
Buenos Aires, de los poderes legislativos y judiciales en todas las
jurisdicciones, para desentrañar esas tramas de corrupción que desconocen de
banderías políticas y atraviesan a la clase dirigente en el país.
En suma, el arraigo de una trama de corrupción de gran parte de la
clase dirigente argentina, que desborda las diferencias políticas entre los
partidos de gobierno, expresa el vínculo estructural entre corrupción y
desigualdad, e ilustra asimismo el enorme daño –político, moral, económico,
cultural- sobre el tejido social y la sociedad en su conjunto. Pensar la
sociedad y la política argentinas desde un horizonte de igualdad y de mayor
democracia exige desmantelar dicho vínculo, ir hasta el fondo de la corrupción
como matriz que define prácticas políticas, económicas y sociales en sus
diferentes ramificaciones.
2-La brecha democrática
Contrastando con lo anterior, la discusión por el derecho al aborto en la Argentina,
representa un episodio positivo y extraordinario en la historia del país, en
base al cual podemos, muy provisionalmente, derivar algunas primeras
reflexiones.
El fracaso de nuestras
instituciones representativas, y en particular el papel lamentable del Senado
en el procesamiento de la ley de aborto, no solo exponen la magnitud de nuestra
crisis política sino también reflejan la profundidad de la “brecha democrática”
que se advierte en nuestro país. En términos democráticos, son dos los
elementos que merecen destacarse. En primer lugar, llama la atención el
extendido sentido de protagonismo democrático que la ciudadanía reclama.
Asumimos, cada vez más, que todos los asuntos públicos relevantes y que afectan
nuestras vidas son asuntos sobre los que estamos llamados a intervenir y
decidir: desde la fijación de tarifas, hasta las problemáticas
socio-ambientales, la discusión sobre la enseñanza religiosa en las escuelas
públicas, o la más reciente ley del aborto. Asumimos, con razón y sin dudarlo,
que se trata de temas que nos competen, y sobre los que nos toca decidir. Al
mismo tiempo, esta firme y estable vocación por el “protagonismo democrático,”
de gran parte de la sociedad se traduce en el valor de las discusiones habidas
en el ámbito de la sociedad civil, pero también choca con el carácter extremo
de la “exclusión democrática” puesta en juego por las instituciones construidas
para procesar estos debates y demandas.
Los
debates que se dieron en la sociedad, en torno al aborto, tuvieron un carácter
excepcional. Prima facie, se pudo pensar que estábamos frente a un
tema “imposible” –divisivo como pocos, en el marco de una sociedad
políticamente polarizada, y en torno a cuestiones marcadas por la fe, las
convicciones, y los prejuicios. A pesar de encontrarnos en un escenario que
sólo prometía reafirmar la imposibilidad (o absurdidad) del debate democrático,
lo cierto es que el debate se dio, y adquirió ribetes excepcionales: todas las
personas que nos involucramos en el proceso aprendimos en el camino,
reconocimos que la cuestión –aparentemente extrema y de “todo o nada”- era
susceptible de matices y cambios, o precisamos nuestras posiciones iniciales.
En breve, un éxito mayúsculo de la deliberación democrática.
En
segundo lugar, más importante todavía es destacar que en este proceso se
evidenció la magnitud de la brecha existente entre la vocación democrática de
la ciudadanía y el carácter elitista y excluyente de nuestro sistema
representativo y de nuestros representantes. El hecho es que nuestras
instituciones, diseñadas por un pacto de elites en el siglo XIX, todavía
permanecen sólidamente inmodificadas en su núcleo esencial: se trata de un
marco institucional contra-mayoritario, elitista, y montado sobre supuestos de
“desconfianza democrática”. Allí anida la contradicción esencial: la radicalidad
de nuestras demandas de protagonismo democrático chocan hoy con el máximo
deterioro de las cualidades representativas de nuestras instituciones de
gobierno, y nuestro sistema de toma de decisiones (del cual la trama de
corrupción es parte ineludible). La votación en el Senado (y las intervenciones
de los senadores y las senadoras, incluso de muchos diputados y diputadas que
votaron en contra del proyecto de ley, la impermeabilidad de éstos a los
cambios y demandas sociales, en contraste con su permeabilidad a las presiones
de grupos de poder reaccionarios e intimidantes, como así también la vetustez cuando
no ignorancia que reflejaron sus posiciones) sólo evidenció de un modo
especialmente notable, hasta la caricatura, la dimensión de la “brecha.” Claramente,
para avanzar hacia un horizonte de mayor igualdad y participación democrática,
este “corset” que hoy imponen nuestras instituciones a la común vocación
democrática debe romperse aunque es incierto cuándo, cómo y con qué
consecuencia es que irá a producirse dicha inevitable ruptura.
Por otro
lado, conviene tomar nota sobre el significado e implicaciones posibles de las
movilizaciones producidas alrededor de la discusión sobre la legalización del
aborto. En esta gran movilización
convergieron dos olas: la primera, representada por aquellas mujeres y
colectivos feministas que desde décadas vienen luchando por la ampliación de
derechos; la segunda, ilustrada por la flamante vitalidad antipatriarcal de las
jóvenes, que a la lucha contra los femicidios y la violencia de género, sumaron
el pañuelo verde por la legalización del aborto y la autonomía de los cuerpos.
La primera ola, referida al movimiento social feminista, ha sido objeto de
recurrentes estudios y debates: sabemos algo acerca de sus orígenes, su fuerza
y su capacidad transformadora. Sobre la segunda, en cambio, es poco lo que
sabemos, y mucho lo que todavía debemos aprender.
En
buena medida, el colectivo integrado, en una parte relevante, por jóvenes en
sus primeros años de adolescencia, mostró una espontaneidad y vitalidad únicas,
y una presencia llamada a tener un protagonismo imprevisible en los tiempos por
venir. No es fácil anclar a este movimiento en tradiciones de lucha construidas
a lo largo de décadas. Emparentado con el “movimiento de los pingüinos” en
Chile (muchos de cuyos líderes han asumido ya un papel protagónico en el
Congreso chileno), o el más reciente movimiento de jóvenes contra la portación
de armas, en los Estados Unidos, ligado también a los feminismos populares que
se expanden en América Latina, el movimiento de los “pañuelos verdes” nos
interpela, interroga y exige nuestra atención. La historia argentina
contemporánea no reconoce otros fenómenos similares, salvo otro igualmente
notable y de consecuencias profundas: las movilizaciones por los derechos
humanos nacidas en las postrimerías de la dictadura.
***
La Argentina continúa siendo un país de
grandes contrastes. El escenario actual y el agravamiento de la crisis
económica y financiera van delineando un preocupante proyecto de sociedad que
conlleva no sólo una ampliación de las desigualdades sino un peligroso regreso
a la polarización social. Desde el punto de vista económico, tal como dijimos
en un documento anterior,[1] no estamos frente a un ensayo novedoso y
original: nuestra historia muestra recurrentes ciclos que van de la crisis de
políticas de “expansionismo proteccionista” a la crisis de políticas de
“aperturismo neoliberal”. En esa línea, el gobierno de Cambiemos resucita
visiones y políticas cuya inconsistencia y fracaso se ha probado de modo
acabado en el pasado, tanto aquí como en otras economías; políticas que llevan
a mayores desigualdades distributivas, inconsistencias y desbalances
macroeconómicos y que tarde o temprano terminan en crisis del sector externo,
monetarias y fiscales.
Hasta hace poco tiempo, algunos analistas y políticos todavía
apelaban a la tesis de la “herencia recibida” para justificar los frustrantes
resultados económicos y sociales del actual gobierno. Casi tres años después,
dichas coartadas están desgastadas. Basta señalar un ejemplo: el propio
gobierno en su acuerdo con el FMI indica como uno de los principales detonantes
y peligros de la actual crisis a los títulos de la deuda del Banco Central
(Lebac); pues bien, la acumulación de esa deuda es resultado de las erradas
políticas de este gobierno y no del anterior. La confusa y errática política
cambiaria, la incapacidad de encarar reformas tributarias progresivas, la
improvisación e irracionalidad de los recortes de gastos públicos, son sólo
algunas evidencias de que gran parte de los actuales problemas económicos y
sociales han sido generados por el propio gobierno de Cambiemos.
Más allá de la complicada herencia económica recibida, la política
económica y social de este gobierno está en el centro de la explicación de la
persistencia de alta inflación, los aumentos imparables de tarifas, la caída
del salario real, el aumento del desempleo, el desbalance creciente de las
cuentas externas, el exponencial aumento del endeudamiento, el
desfinanciamiento cada vez más preocupante de la educación pública, etc.
Asimismo, el incremento de los indicadores de pobreza, desempleo y precariedad
laboral, de las demandas de alimentos en los comedores y escuelas, dan cuenta
de la ampliación de las brechas de la desigualdad y advierten sobre las
tendencias hacia el aumento de las privaciones en los grupos sociales más
desfavorecidos.
En diciembre próximo se cumplirán 35
años de vida institucional ininterrumpida en el país, período que trajo grandes
transformaciones sociales, políticas y culturales. Al calor de los hechos
recientes y con la mirada puesta en siete lustros de régimen democrático,
necesitamos repensar los contrastes, entre la persistencia de la élite político-empresarial, cuya
corrosión es ostensible, y la esperanza que genera la sociedad civil,
organizada detrás de ideas-fuerza, con capacidad de canalizar demandas colectivas
a través de promisorios procesos de discusión democrática. La irrupción
de un nuevo movimiento social nos revela de modo notorio que la política es
algo más que las reglas fijas del sistema institucional o los pactos de
dominación existentes, pero también pone de manifiesto la fuerza y capacidad de dicha élite
política para obstaculizar y obturar esas demandas.
Espacio Autónomo de Pensamiento Crítico
Primeras firmas. Roberto
Gargarella, Rubén Lo Vuolo, Maristella Svampa, Beatriz Sarlo, Pablo Alabarces, Alicia
Lissidini, Enrique Viale, Gabriela Massuh, Horacio Tarcus, Patricia Pintos,
Silvina Ramírez, Julio Aguirre, Corina Rodríguez Enríquez,
Adhesiones: Carlos Gabetta (periodista, escritor), Ariel Hendler (periodista), Claudio Vallory (docente y periodista), Federico Lorenz (escritor, historiador), Larisa Moris (Abogada), Luis Escobar, Carlos Suarez (periodista), Pablo Manuel Torres (sociólogo, trabajador del Ministerio de Ciencia y Técnica), Marcela Lis Bosco (docente, investigadora), Emilio de Ipola (sociólogo, docente), Carlos Rusconi, Carlos Penelas, María Elena Ques, Leandro Berraz Oroño, Candela Gómez Días (periodista), Aleardo Laría (profesor, periodista)
Adhesiones: Carlos Gabetta (periodista, escritor), Ariel Hendler (periodista), Claudio Vallory (docente y periodista), Federico Lorenz (escritor, historiador), Larisa Moris (Abogada), Luis Escobar, Carlos Suarez (periodista), Pablo Manuel Torres (sociólogo, trabajador del Ministerio de Ciencia y Técnica), Marcela Lis Bosco (docente, investigadora), Emilio de Ipola (sociólogo, docente), Carlos Rusconi, Carlos Penelas, María Elena Ques, Leandro Berraz Oroño, Candela Gómez Días (periodista), Aleardo Laría (profesor, periodista)
http://espacioautonomodepensamientocritico.blogspot.com
[1]
http://espacioautonomodepensamientocritico.blogspot.com/2018/05/hacia-una-caracterizacion-del-gobierno_11.html
sábado, 28 de julio de 2018
LLamado y adhesiòn: "Peligroso paso hacia la militarización de la seguridad interior"
LLamado y adhesion desde el ESPACIO AUTONOMO DE PENSAMIENTO CRITICO
Buenos Aires, 26 de julio de 2018
Buenos Aires, 26 de julio de 2018
El "ESPACIO AUTÓNOMO DE PENSAMIENTO CRÍTICO" adhiere al documento firmado por el CELS, el ILSED y Grupo Convergencia XXI: “Peligroso paso hacia la militarización de la seguridad interior”, que denuncia el nuevo rol que le adjudica a las Fuerzas Armadas un Decreto del Poder Ejecutivo Nacional.
Firman por el Espacio:
Roberto Gargarella, Ruben Lo Vuolo, Maristella Svampa, Beatriz Sarlo, Enrique Viale, Gabriela Massuh, Alicia Lissidini, Patricia Pintos.
"Peligroso paso hacia la militarización de la seguridad interior"
El Poder Ejecutivo publicó un decreto que modifica la política para las Fuerzas Armadas. Esos cambios modifican el acuerdo multipartidario que el sistema político le dio a las FFAA luego de recuperada la democracia y durante los siguientes 30 años.
El presidente de la Nación comunicó el inicio de una “nueva política de defensa” con una serie de anuncios generales y ambiguos, pero enmarcados en un mensaje muy claro de avance hacia la participación de las Fuerzas Armadas en la persecución de delitos como el narcotráfico o el terrorismo. Es decir, se afirmó la voluntad de Cambiemos de incorporar a las FFAA en misiones vinculadas con cuestiones de seguridad interior en las que tienen prohibido participar por ley.
En línea con la doctrina de las “nuevas amenazas” que el gobierno viene instalando desde enero de 2016, se proponen una serie de coordenadas para modificar las misiones que, a través de un acuerdo multipartidario, el sistema político le dio a las FFAA luego de recuperada la democracia y durante los siguientes 30 años. Esta doctrina anunciada por el gobierno asume como propia la definición de una agenda internacional que viene impuesta y que no está necesariamente asociada a los intereses nacionales.
El mensaje presidencial planteó la necesidad de que la Argentina se modernice frente a los retos del siglo XXI y que, para eso, es preciso flexibilizar la legislación vigente en materia de seguridad y defensa. Al mismo tiempo, planteó que los militares “colaboren en seguridad interior”, fundamentalmente como apoyo a la lucha contra el narcotráfico en las fronteras. De acuerdo con el decreto 683/18 publicado hoy y una directiva presidencial que todavía no tomó estado público, se le otorgan más funciones a las FFAA. La reforma, que modifica el decreto reglamentario de la Ley de Defensa 727/06, se apoya en tres puntos principales: se elimina toda referencia a que una agresión externa debe ser de origen estatal, lo cual amplía los supuestos de intervención primaria de las FFAA a cuestiones de seguridad como el terrorismo y el narcotráfico, si se los caracteriza como “agresiones externas”. A su vez, hace hincapié en las tareas de “apoyo logístico” de las FFAA a las fuerzas de seguridad. El concepto que usa de apoyo logístico aparece estirado como una coartada para la intervención operacional prohibida por la Ley de Seguridad. Por último, da a las FFAA la facultad de custodiar objetivos estratégicos sin las limitaciones de la Ley de Defensa. Según esta ley, la intervención de las FFAA en este aspecto se encuentra prohibida salvo que una ley del Congreso defina esos objetivos como zona militar. Es decir, la reforma implica un cambio en el paradigma político de intervención de las FFAA así como, en algunos puntos, un exceso en las facultades de reglamentación, ya que lo hace en contra de las leyes de Defensa y de Seguridad.
Este cambio suscita una fuerte preocupación en torno a cómo se definirán esas “agresiones externas”; quién y con qué criterios y alcance se definirá la intervención militar en seguridad, justificada en la necesidad de dar apoyo logístico a las fuerzas de seguridad; así como qué es un objetivo estratégico, fundamentalmente en relación a las derivaciones que esto pudiera tener incluso en cuestiones de gestión de la conflictividad social, tarea para la cual las FFAA tienen prohibido intervenir y no están preparadas.
Estas medidas se justifican con argumentos modernizadores, pero en realidad implican reproducir políticas de probada ineficacia, que agravaron los problemas en lugar de resolverlos y que hoy están siendo desmanteladas en muchos países. Estas políticas en ningún caso han contribuido a resolver los problemas planteados por las denominadas “nuevas amenazas”. Fracasaron en sus objetivos y tuvieron graves consecuencias para los derechos humanos: escalaron el conflicto social y los niveles de violencia institucional, hay miles de muertos y desaparecidos, se dio un proceso de creciente corrupción de los propios militares. En el caso de Brasil, por ejemplo, la creciente militarización de la seguridad ha dado mayor relevancia a las fuerzas armadas en la vida institucional de ese país. Las derivaciones políticas de este hecho no pueden ser menospreciadas en la región. La decisión del Ejecutivo de anunciar estos cambios, en momentos en que en Brasil los militares intentan incidir en la vida nacional en todos los frentes es por demás alarmante.
El camino elegido por el gobierno elude el debate social y político sobre un tema fundamental para la democracia argentina. Elude también cualquier debate sobre los controles parlamentarios que deben funcionar si se toma en serio que esto es una “verdadera reforma del sistema de defensa nacional”. Es una decisión unilateral e improvisada que, lejos de brindar mayor certeza a la ciudadanía, instala un clima de incertidumbre e implica una regresión democrática. Ni las FFAA ni la sociedad civil se sienten más seguras y protegidas por la democracia con este tipo de decisión unilateral, inconsulta y monopartidista.
Esta reforma abre una puerta muy peligrosa a la derogación del principio de demarcación entre defensa nacional y seguridad interior, desprofesionaliza y convierte a las FFAA en actores de la “lucha contra el crimen” y habilita una militarización de la seguridad interior que traerá consecuencias profundas para el sistema democrático. Esto no es modernizar sino retroceder.
Carlos Acuña, Luciano Anzelini, Ileana Arduino, Jorge Battaglino, Alberto Binder, Paula Canelo, Agustín Colombo Sierra, Nicolás Comini, Gastón Chillier, Enrique del Percio, Rut Diamint, Natalia Federman, Enrique Font, Sabina Frederic, Jaime Garreta, Manuel Garrido, Juan Carlos Herrera, Gabriel Kessler, Paula Litvachky, Ernesto López, Juan López Chorne, Pablo Martínez, Germán Montenegro, Alejandra Otamendi, Gustavo F. Palmieri, José Paradiso, Hernán Patiño Mayer, Sidonie Porterie, Marcelo Sain, Raúl Sánchez Antelo, Catalina Smulovitz, Luis Tibiletti, Juan Tokatlian, Manuel Tufró, José M. Vásquez Ocampo, Horacio Verbitsky, siguen las firmas
Grupo Convergencia XXI
Instituto Latinoamericano de Seguridad y Democracia- ILSED
Centro de Estudios Legales y Sociales- CELS, siguen las firmas
Instituto Latinoamericano de Seguridad y Democracia- ILSED
Centro de Estudios Legales y Sociales- CELS, siguen las firmas
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